Cualquier
conocedor de nuestro deporte, es consciente de lo complicados que
resultan los inicios, y lo determinantes con respecto a la proyección
de cualquier jugador. Dominar mínimamente la técnica es duro y
costoso, además, adquirir “vicios” técnicos contraproducentes
puede condicionar la proyección de un jugador o, al menos, su
capacidad de aprendizaje.
Si
hiciéramos una valoración de la importancia de la técnica según
posiciones, encontraríamos a los
receptores como los auténticos “decatletas” del volley,
obligados a dominar todas las “especialidades” o fundamentales
(aunque especializados en recepción). El siguiente rol en
importancia, por volumen de participación en el juego y por número
de fundamentos a dominar, debería ser el de opuesto.
Tradicionalmente, las exigencias hacia los responsables de desempeñar
este rol, no eran tan altas excepto en tareas de ataque, pero cada
vez se valora más su aportación al “volumen de juego” total del
equipo. El colocador es
sin duda (junto al líbero)
el paradigma de la especialización.
La trascendencia de su rol le obliga a realizar una gran cantidad de
trabajo analítico de pase-colocación, pero sin descuidar otros
fundamentos importantes. A continuación, los centrales tienen muy
reducida su participación en segunda línea, pero no se puede evitar
contar con su presencia en
defensa durante
los puntos decisivos, por lo que su
aportación no deja de ser importante. El líbero,
que pasa por ser el jugador que menos fundamentos desarrolla, lo
compensa con su cada
vez mayor protagonismo en la construcción del juego.
No
existe un modelo de aprendizaje de la técnica único. Estudios
biomecánicos, la experiencia y el sentido común, nos han ayudado a
descartar planteamientos erróneos y a avanzar en direcciones
parecidas, pero pequeños
matices (a
veces no tan pequeños) identifican el trabajo de escuelas o
maestros, e incluso características
especiales de ciertos jugadores personalizan o adaptan fundamentos
técnicos a su perfil (no
todos los sacadores en salto utilizan la misma carrera ni los
colocadores la misma posición de manos…), de forma que acaban por
diferenciarse sin que esto implique que algún estilo en particular
asegure mayor rendimiento que otro.
Por
otro lado, la
técnica varía, se adapta a las necesidades del nivel competitivo en
planteamientos y objetivos (la
esencia de la técnica de base para el golpeo de brazos, sólo se
mantiene en el alto rendimiento para golpear un freeball, pero tanto
la técnica del golpeo en defensa como en recepción distan
enormemente de dicha esencia). Además, esas adaptaciones de la
técnica se deben ir incorporando de
forma progresiva en
cada etapa del jugador. También cabe destacar las diferenciaciones
técnicas por roles, motivadas en la mayoría de los casos por la
especialización (el toque de dedos del colocador tiene
características propias, así como la técnica de bloqueo del
central o su ataque…).
En
las siguientes entradas, os trasladaré una síntesis de los
planteamientos que utilizamos en la enseñanza de cada gesto técnico
y su adaptación a la progresión metodológica necesaria según la
evolución del jugador.
Antes
de acometer el desarrollo de cada fundamental, me gustaría
trasladar la
importancia que,
según nuestro punto de vista, tiene
el trabajo de “los desplazamientos”.
Tanto generales como específicos.
Excepto
para la realización de alguna modalidad de saque desde el suelo,
cada vez menos practicada (sobre todo en el voleibol
masculino), prácticamente
todas las acciones de juego van precedidas de un desplazamiento.
Este desplazamiento previo, condiciona en gran medida la eficacia del
gesto técnico. Se suele trabajar como parte del gesto técnico
(bloqueo, ataque, saque), pero se descuida en ocasiones en golpeos
básicos (colocación y golpe de antebrazos, recepción / defensa).
En
resumen, que mi consejo es que los
desplazamientos generales formen parte de todos los
calentamientos (en
forma analítica o juegos), y que
igualmente se invierta tiempo a diario,
y de forma analítica, en
el desarrollo y perfeccionamiento de los desplazamientos
específicos (previos
al golpeo en defensa o recepción, previos a la colocación, de
aproximación a la red para el ataque, o como soluciones de bloqueo).
Este
planteamiento es válido para todas las categorías, pero de mayor
trascendencia, se cabe, en grupos de iniciación. La
respuesta motriz a la percepción de trayectorias no es innata, muy
al contrario es perfectamente trabajable, y precisamente en ese
trabajo se deben basar los planteamientos para iniciación al volley
en edades tempranas,
cuando el desarrollo físico del jugador nos limita en propuestas de
trabajo encaminadas hacia el ataque, el bloqueo o el saque.